jueves, 4 de diciembre de 2008

A veces...

Me gustaría tener un manual para ser perfecta como mujer, madre, hija, periodista... Dejé de ser nieta con dolor: la pérdida de los abuelos fue la primera, aunque también cuento y recuerdo con otro dolor cuando se murió mi canario Serafín o mi tortuga en miniatura, regalo de mi tía Lola.
Otras, quisiera tener alas y raíces. Sí, muto todo el tiempo.
Pero agradezco tener los pies en la tierra, salirme de las casillas, patalear un rato y después, ser la mamá que puedo ser: con las respuestas que me salen, con los retos y gritos que detesto dar, con algún chirlo que me duele en el alma cuando mi pequeña corre peligro y "no me deja opción".
Tengo 33 años y no me las sé todas. Día a día trato de aprender, aunque para eso deba equivocarme. La reflexión tal vez se deba a esta nueva etapa: un nuevo embarazo, un hij@ nuev@, la certeza de la transitoriedad y mutación de las cosas y las circunstancias. Por ahí leí y escuché, cuando se habla de un nuevo ser: este hij@ llega a la familia. Y es así, pero no quiero dejar de pensar que a pesar de las diferencias con la primogénita, este hij@ también fue buscad@ y querid@. Nos llevó más tiempo: un año. Pero se cumplió el sueño. Cuando Trinidad tenía 2 años, en la agenda del 2007 que adelataba un calendario del 2008 anoté: octubre de 2008, ¿buscamos el segundo? Pero la ansiedad era más fuerte. Y quisimos buscarlo antes. No pudo ser o no debió ser: llegó a mi útero el 5 de octubre de 2008. Trinidad habitó antes "mi arrecife de coral": desde el 31 de julio de 2004 al 22 de abril de 2005. Vivió allí 265 días. Ser madre me hace sentir tan poderosa como mínima: me hace confiar en el misterio de la vida, en la espiritualidad y la religión. Quería compartirlo con ustedes.

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