sábado, 21 de marzo de 2009

Patas para arriba

Los estudios de mi papá y mi suegra dieron mal. Para los dos se viene la tan temible biopsia (palabra que odio porque rima con autopsia). Para completar, la última integrante de la familia (hija de mi prima) con tan sólo dos meses de vida está luchando contra una meningitis que podría afectar a sus sobrinitos segundos también. El abuelo de la bebé está con otro problema de salud, desencadenado por semejante circunstancia. Mi mamá, con sus achaques, llora y reza, reza y llora. Y el bebé, empuja hacia abajo, amenaza con salir como para decirme: acá estoy yo. En todo este panorama, mi amor viajó por trabajo unos días y me dejó el corazón en la mano. Gracias a Dios ya volvió y con él, regresó mi alma a mi cuerpo.
Estoy esperando que pase la tormenta. El médico me vio y me indicó estar en cama para poder ser la mejor incubadora que mi hijo pueda tener. También me recordó (como me había anticipado) que a medida que avanzara el embarazo, sería más difícil evitar las tan temidas contracciones. Es extraño: siento que el tiempo pasó volando y que ahora se viene en cámara lenta.
Con retazos de lana verde estoy tejiendo "cuadraditos de oración y amor". Son simplemente cuadrados afganos (granny square) tejidos a crochet. Eso me permite rezar y rezar, en un intenso ejercicio por pensar que ya vendrá lo mejor. Tal vez sean otra manta para mi hijo.
En esta última ecografía se adelantó la fecha probable de parto para el 19 de junio y su peso calculado es de 977 gramos. Aún estamos deliberando el nombre: la verdad es que no me desvela ninguno más que Felipe (así se llamaba mi abuelo materno). Y Felipe tiene quórum por parte de la hermana y de la mamá, únicamente: el padre votó en contra y sugiere Tobías.

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